MEDIADOR SOCIAL

¿En qué consiste su trabajo?

El mediador social es una figura de referencia para la información y el asesoramiento sobre recursos sociales ante las demandas de los ciudadanos (problemáticas sobre tercera edad, mujer, infancia, prestaciones sociales, centros de acogida...). También trabaja en la puesta en marcha de programas preventivos en el ámbito de las drogodependencias y el SIDA, convirtiéndose en tutor o acompañante de los procesos de rehabilitación de los enfermos, intermediando entre los ciudadanos, los servicios médicos, y Servicios Especializados Comunitarios. Y, por último puede ser un Mediador Social en los procesos de inserción socio-laboral de colectivos excluidos y/o en riesgo de exclusión.

Entre sus funciones están:

* Puesta en marcha de programas de prevención en drogodependencias y SIDA

* Colaboración con los Servicios Médicos en el diseño y difusión de campañas específicas

* Información y asesoramiento a todos los ciudadanos en materias de servicios sociales, actuando como intermediarios en la resolución de estas problemáticas.

* Detección y denuncia de situaciones discriminatorias y de exclusión que se puedan producir en el seno de la sociedad.

* Favorecedores de la rehabilitación de personas con problemáticas derivadas del abuso de drogas, preservando el derecho a la intimidad.

* Que faciliten y permitan la contratación de personas y colectivos con dificultades que hayan realizado procesos de reinserción .

* Participación activa en los programas de inserción socio-laboral mediante:

  • Participación como monitores en las acciones de formación ocupacional.

  • Monitores en la formación en habilidades laborales de los usuarios en inserción.


  • Prospección de ofertas de empleo en las empresas de los sectores de actividad en las que puedan colocarse los usuarios de sus servicios.

  • Acompañamiento en los procesos de búsqueda activa de empleo de estos usuarios

  • Tutores de los usuarios contratados, realizando un seguimiento que permita el mantenimiento del puesto de trabajo, y por ende, eviten el abandono del mismo.

¿Qué formación necesitan?

La formación que reciben los Mediadores Sociales no es igual en todos los casos, ya que ésta varia en función de la rama de actividad donde el Mediador Social realiza su función.

Podemos hacer una clasificación de la formación general:

FORMACIÓN TRONCAL

- Legislación social básica

- Rasgos psicosociales y laborales de las personas excluidas o en riesgo de exclusión social

- Comunicación verbal y no verbal

- Modelos de intervención social

- Técnicas de seguimiento de incorporaciones laborales

- Detección precoz de problemática social

- Técnicas de persuasión y resolución de conflictos

FORMACIÓN ESPECIFICA

- Formación en drogodependencias: conceptos básicos, medidas preventivas, recursos de rehabilitación, estrategias de detección de problemáticas específicas, puesta en marcha de programas de prevención y elaboración de mapas de riesgo, etc...

- Formación en SIDA: conceptos básicos, medidas preventivas, promoción de actitudes saludables y solidarias, actuación ante accidentes, etc...

- Legislación relativa a inmigración

- Legislación relativa a menores, familia...

- Toxicomanías

- Aprendizaje de la Lengua de Signos Española


¿Quienes pueden ser mediadores?

Preferentemente titulados en especialidades relacionadas con la inserción laboral: psicólogos, economistas, abogados, relaciones laborales, pedagogos, trabajadores sociales, sociólogos, graduados sociales...

Profesionales que hayan tenido o tengan relación profesional con entidades que promueven programas de formación e inserción laboral (ONG´s, asociaciones empresariales, organizaciones sindicales, agencias de desarrollo local, fundaciones, ayuntamientos, entidades sin ánimo de lucro…)

¿Qué perspectivas laborales tienen?

A pesar de que los Mediadores Sociales desarrollan actualmente su actividad en el campo de la lucha contra la exclusión, en un futuro deberían abarcar un campo de acción más amplio y abarcar actividades como: cooperación al desarrollo con el tercer mundo, ocio alternativo, consumo, y sentar las bases para poder dar respuesta a todas aquellas necesidades que en el ámbito de lo social se puedan presentar, como consecuencia de los cambios sociales que se produzcan en un futuro.

ESTRATEGIAS PARA LA SOLUCIÓN DE CONFLICTOS

http://www.youtube.com/watch?v=cnMV2555scM&feature=fvw

DOCUMENTAL"MEDIACIÓN SOCIAL"

http://www.youtube.com/watch?v=nZh9Y3qc4y4

Artículo 3: MEDIACIONES SOCIOEDUCATIVAS EN EL MUNICIPIO

MEDIACIONES SOCIOEDUCATIVAS EN EL MUNICIPIO

(Francesc Reina. Educador Social, trabaja en el Ayuntamiento de Badalona y es miembro de la Comisión de Mediación del CEESC)

Realizar mediaciones significa hacer un ejercicio de defensa y a la vez de promoción de las personas: abandonar estados marginales y dar carta de ciudadanía a quién a veces (Minorías y minoridades) no la puede tener. La mediación es social porqué el diálogo es social, es un bien común que satisface a la comunidad para todos los efectos que un enfrentamiento provoca y produce en las personas e instituciones que lo rodean. La gran estrategia de la conciliación es dar prioridad al diálogo y la convivencia, de manera que, actuando con respeto y sin a priori en contra de ninguna opción, puede representar una verdadera acción de justicia y defensa del más débil.

¿Qué es la mediación?

La mediación es una técnica o forma de actuar,
a. un campo de conocimiento práctico que se nutre de una variada gama de disciplinas y ciencias (teorías de la comunicación, del aprendizaje social, del conflicto, etc.),

b. un proceso o modo de intervención, propio de la realidad cambiante de las diferentes democracias sociales, mejorando los principios de participación, no dependencia, solidaridad..., y

c. que cuenta con un repertorio de técnicas, algunas importadas, otras propias (fruto de una experimentación probada): escucha eficaz, generación de ideas, ordenamiento de temas, transacción de sentimientos..., que pretende ofrecer un tercero, en un espacio neutral, para que las diferencias o conflictos entre partes, que por sí mismas no pueden llegar a acuerdos, puedan obtener un mínimo consenso, alternativo a las denuncias, rupturas, descalificaciones, rechazos, odios y otras formas de malestar social.
Las características de este proceso serán:
• la constatación de una falta de comunicación que provoca insatisfacción y puede derivar en malestar y victimismo frente a otras respuestas,
• la oferta específica, personalizada o institucional de un tercer colaborador,
• conciencia de formar parte de este malestar,
• voluntad y predisposición para restablecer la comunicación rota.

A menudo las innovaciones vienen acompañadas de sus detractores. Por ello, determinadas empresas son etiquetadas con sobrenombres ("marías"), posturas que relativizan la propuesta, argumentando que "se trata de lo mismo" con una "nueva cara" o presentación. Esto, en parte, es muy cierto. Los nuevos productos sociales, propongan o no una verdadera revolución, si pretenden ser más eficaces, tienen que ser más accesibles, más inteligibles para sus destinatarios. Además, los avances exigen también a las ciencias sociales y sus aplicaciones, estar bien despiertas, adecuándose al ritmo y grado de efectividad que se les exige. Concretamente, creemos que nos hacen falta buenas dosis de aplicación, de tecnología y de las reflexiones de éstas, para acercar las acciones al discurso social de la participación, la autonomía y la formación de las personas. Creemos que hace falta poner más énfasis en los proyectos que proponen servicios específicos: higiene sexual, relaciones padres-hijos, malestar escolar, separaciones y, en lo referente a reciclajes técnicos, propuestas que, como la mediación, generen una mejor observación de la práctica profesional. Formas alternativas, en fin, que complementen las clásicas ofertas, mermadas ya de su espíritu educativo y comunitario, de la atención polivalente o la tan distante atención especializada. La conflictividad es un fenómeno que también pide respuestas actualizadas.


¿En qué consiste la mediación?

La mediación no es una prestación de recursos, ni una derivación hacia otras ofertas psicológicas, jurídicas o económicas, no es la sugerencia o la obligatoriedad para corregir una determinada conducta...

De hecho, mucho de todo esto forma parte de los momentos de la mediación. La singularidad de la acción conciliadora (intervención que busca el acuerdo, queremos decir) se distingue de otras por su objetivo, diferente y a la vez cercano a muchas otras acciones sociales técnicas, políticas y ciudadanas. El objetivo de las políticas sociales es el bienestar de los individuos en los colectivos; el de trabajo social sería la ayuda (aunque también creemos que tiene que ser el estímulo), el encargo al magisterio es la transmisión de conocimientos, la seguridad vial y ciudadana mantienen el orden social...

Trabajar el conflicto de forma conciliadora supone descubrir una función más en muchas de estas acciones expresadas, pero también un paso importante en la consolidación de la mediación como una de las experiencias más avanzadas en estos momentos en gestión de conflictos que podría suponer un uso profesional específico. Poco o nada, hasta ahora, hemos tenido la oportunidad de considerar la formación en esta especialidad. El objetivo y la habilidad para establecer diálogo entre partes enfrentadas no ha sido, ni de lejos, la metodología de los muchos que trabajamos en los conflictos. No emitir juicios, que los demás no lo hagan, que no se descalifique, no dar la razón a nadie sin conocer las versiones de cada una de las partes... Estar convencidos de que las partes enfrentadas tienen capacidades para llegar al consenso si consiguen establecer un debate razonado, separando los sentimientos de las necesidades y las posturas, son afirmaciones que han encontrado no pocas dificultades de aplicación en nuestra práctica diaria.


Factores clave de la mediación: descubrir y separar
• el problema
• la postura
• el proceso
Una de las razones del surgimiento del conflicto tiene que ver con las diferentes respuestas que se dan a comportamientos no deseados o a situaciones donde no existe claramente un elemento infractor o trasgresor. Muchos conflictos surgen alrededor de un malentendido, de un prejuicio no elaborado, de una frustración no controlada. Un clima apropiado puede favorecer actos de auto observación que generen nuevos comportamientos.

¿Es posible vincular la mediación al ejercicio de la profesión o a las áreas de educación social en general? Evidentemente se encuentran otros tipos de persuasiones y coacciones para intentar el diálogo o prevenir rupturas, y detener escaladas. No obstante, lo que caracteriza la mediación desde el punto de vista social y educativo son, justamente, las finalidades formativas de las personas, el uso de métodos afectivos tan olvidados en las relaciones, propuestas creativas y autorreguladoras, de espacios y tiempos controlados, secuencias y materiales que favorezcan la adecuación de los interventores según las personas atendidas:
a. Formación de la persona.

b. Relaciones afectivas.

c. Espacios neutrales.

d. Propuestas creativas y adecuadas a cada situación.

e. Encuentros regulados y cooperativos.
No sirve una respuesta estándar, sino la adaptación a los ritmos, a las circunstancias personales y sociales de cada situación. Intuimos que nuevamente será necesaria una acción reivindicadora y, sobre todo que demuestre, como afortunadamente ha ocurrido con la educación, que la intervención social en los conflictos requiere una intervención cualificada. Es un buen momento, este, para proponer de nuevo la ampliación educativa en áreas de convivencia ciudadana: policías, juzgados, organizaciones vecinales, planificación municipal, servicios sociales específicos, etc.

En mediación casi toda la energía debe dirigirse, en una primera fase, a la oferta de ganancia para todos como alternativa moderada a viejas fórmulas de la cultura de la venganza como aquella de ganar-perder. Es necesaria la predisposición a ceder en algún momento si como resultado de ello se beneficia una parte del malestar y si, además, esta puede implicar una garantía para el futuro. Hay que tener presente la conversación privada tanto como la conjunta y las dos formas consentidas por las partes; la flexibilidad para sancionar los acuerdos aunque no sean del agrado del dinamizador: una carta, por ejemplo, puede favorecer nuevas aproximaciones. Después, los testimonios, otros profesionales, el seguimiento de los compromisos, etc.


¿Cuál es la dimensión socioeducativa de la mediación municipal?

Podría formar parte, de hecho así es, de un discurso o programa de formación ciudadana para el civismo y la convivencia: respeto, tolerancia, diálogo, etc. Tenemos marcos que abalan nuestra propuesta, como las Ciudades Educadoras.

A pesar de los componentes educativos, muy reales por que se trata de una educación cotidiana, que parte de lo diario, frente a formaciones más lejanas como las académicas, el interés de la mediación recae en la efectividad de su respuesta (a menudo la educación social ha recibido críticas por la lentitud de sus respuestas). La efectividad tiene un componente significativo: la respuesta es de las partes. El mediador o mediadora no resuelve sino que orienta. Esta reflexión va muy unida al malestar que existe en tantos litigios donde las personas mantienen sus diferencias ya que los juzgados, jefes de personal, árbitros, presidentes de entidades, etc., favorecen a una de las partes en perjuicio de la otra o, como también es habitual, parten salomonicamente por la mitad. En la actuación del mediador se ofrecen estrategias para que las partes se acomoden y sean autónomamente libres. En un conflicto hay que pensar en las partes, no solamente en una. Se ha llegado a decir que una labor básica de esta faceta consiste en preparar a las personas para que asuman su papel de parte, y eviten la acción de delegar en un árbitro situaciones que les pertenecen.

Por otra parte, se ha hablado mucho sobre el término neutral o imparcial de la mediación. Pese a nuestra implicación tradicional en la defensa de las minorías y las minoridades, cuando existen desproporciones importantes de autoridad y desequilibrios en el poder de una parte sobre la otra, la gran estrategia de la conciliación es priorizar el diálogo y la convivencia, de manera que actuando con respeto y sin en principio contra ninguna opción puede representar una verdadera acción de justicia y defensa del más débil. La mediación es social porqué el diálogo es social, es un bien común que satisface a la comunidad por todos los efectos que un enfrentamiento provoca y produce en las personas e instituciones que lo rodean. Ser neutral no significa rechazar la ecuanimidad, al contrario, justamente la conciliación tiene que dar la palabra a quién normalmente no la tiene; pensamos en infractores y víctimas y en el aparato que niega a la víctima y la oculta, en padres que se disputan el hijo, en grupos que no comulgan con una normativa o proyecto, en vecinos que no encuentran solución... Muchos conflictos no pasan por un diagnóstico maniqueísta bueno-malo.


Acción imparcial y justa de la mediación
• Otorgar la palabra.
• Escuchar las versiones.
• Descubrir los desequilibrios...

En la ciudad se realiza con cierta frecuencia el traspaso de problemáticas a la Administración para que ésta las resuelva. ¿Cómo acaba, sin embargo, un enfrentamiento entre vecinos cuando se llega a la denuncia?. Sin ser la mejor alternativa, ya decíamos que existen otras formas instituidas de intervención, es importante que la ciudadanía tenga conocimiento de la existencia de otras formas de trabajar. Muchas soluciones requieren la participación activa de los mismos protagonistas, son ellos quienes tienen los datos, datos que nos llegan tergiversados por la interferencia lógica de los significados particulares, datos que tienen una causa, unas reacciones, unos marcos de expresión, otras respuestas... El arbitraje es correcto, la acción judicial también, pero al final no sabemos si el proceso ha sido justo.


¿Qué temas puede abordar la mediación?

Nos parece interesante recordar algunas situaciones para ilustrar esta metodología. Resaltamos aquellas problemáticas que implican una convivencia futura, se acabe como se acabe el proceso de solución. Recordemos, eso sí, la condición más importante, que las partes quieran entrar en este proceso:
• Hemos trabajado en conflictos entre grupos de jóvenes y vecinos ya que los primeros se han apropiado de un parque durante determinadas horas, impidiendo el uso de éste a otras poblaciones, haciendo ruido, causando desperfectos en el mobiliario, dejando bebidas en la calle... Hemos propuesto tanto a jóvenes como a adultos que puedan sentarse a discutir las diferentes visiones, escuchar las necesidades. Hemos observado no pocas veces que los jóvenes atienden nuestra demanda, no solo a partir de un acercamiento correcto y respetuoso (que ya es importante), si no teniendo mucho cuidado en presentar el problema como una cosa que los implica pero que de ninguna manera los culpabiliza (ésta es una clave). Muy diferente es la acción policial. La dificultad en dos o tres situaciones ha sido la resistencia adulta a querer ser parte, "que sea la Administración", o más concretamente, "que venga la policía". Después, y en otro orden de cosas, el planteamiento rígido no hace posible ni siquiera un acercamiento, "la única solución es que se vayan". Cuando buscamos personas más moderadas, con una visión más abierta, el proceso es posible, tanto por parte de los jóvenes como de los adultos; estas personas son verdaderos puentes para el acuerdo. No pocas veces la acción de la policía ha provocado un empeoramiento de la situación. Otras veces, sin embargo, su eficacia ha dado como resultado un traslado del conflicto hacia otras zonas.
• En algunos centros educativos, donde hay ciertas resistencias a aceptar nuestro método, hemos podido introducir nuestra propuesta a partir de un taller formativo sobre conflictos que no ha podido tener alumnos del profesorado, solamente jóvenes. El proyecto final será la creación de un grupo de mediación entre iguales (bullyng). La comisión de convivencia se integrará en este equipo y, por tanto, tendremos profesores, lo cual dará una perspectiva más amplia. Por otro lado, los contactos con tutores para problemas de conducta de algunos de sus alumnos han dejado abierta la puerta para experimentar un debate; los encuentros por separado están dando buenos resultados. La cuestión es que en los encuentros queda claro desde el principio que el objetivo es una reunión o reuniones conjuntas. Alumnos y profesores, por separado, dan muchas claves para una solución sin más agresiones (expulsiones, peleas, etc.); solo falta que se encuentren y firmen sus compromisos. Dicen los profesores que esto ya lo han firmado en más de una ocasión. Nosotros pensamos que es muy interesante que en el futuro encuentro el tutor deje a un lado su postura de autoridad y muestre sus preocupaciones personales.
• Un claro exponente de la estructura neutral de nuestra acción se puede observar en las comunidades de propietarios. A menudo ocurre que detrás de los conflictos económicos, como el pago de cuotas para reformas de toda la finca, o los ruidos, hay un componente moral que interfiere aportando más argumentos a la parte no colaboradora. Nuestra intervención, reclamadora de respeto hacia una y otra parte, ayuda a iniciar el proceso que más tarde, sorprendentemente, acaba de forma positiva y aumenta, en algunos casos, los lazos que se habían deteriorado. Destacamos que estos tipos de litigios hace muchos años que están latentes y que una oferta nuestra ha provocado una implicación inesperada. Una clave de estos pequeños éxitos es nuestro ofrecimiento para llamar a la otra parte.
• Cada vez recibimos más demandas de mediación donde los protagonistas son personas mayores con sus hijos. Los temas a tratar, de nuevo económicos, esconden no pocas veces sentimientos aparcados bien entre hermanos, bien dirigidos a los propios padres, sobre cuestiones de fondo referentes a la crianza, venganzas y predilecciones que no pueden ser obviadas si se pretende una comunicación que permita algún resultado. Normalmente los resultados llegan solos, queremos decir que vienen fuera del capítulo "soluciones". Las posturas a menudo esconden decisiones tomadas más o menos elaboradas.
• La participación de los hijos en separaciones es otro objetivo de las mediaciones que realizamos en el municipio. La voluntad y la implicación de nuestros equipos, la vocación pública y gratuita, la implicación de todos los responsables, son datos que acompañan en muchas ocasiones grados de éxito inimaginables. Aunque en algunas ocasiones la gestión no acaba como nos gustaría, hemos ofrecido a las partes una visión humana de los servicios, creativa porque insiste en llamar a protagonistas invisibles, como los hijos, por ejemplo. Equitativa en lo que se refiere a escuchas y respetar los diferentes ángulos desde los cuales se pueden ver las cosas. La propuesta conciliadora parte de una condición requerida a las partes, que una y otra tienen derecho a separarse y que ello no se puede impedir; lo que podemos impedir es un proceso largo y penoso de descalificaciones e injurias, e incluso de maltratos. A veces se ha producido un "volvamos a intentarlo" y hemos sugerido un cambio de orientación hacia las relaciones de la pareja en vez de la visión más jurídica.
• El auge mediático de las conciliaciones está favoreciendo el interés de muchos implicados en el bien colectivo. Una de las conclusiones a las cuales llegamos a través de esta experiencia es que la sanción final se de tras un intento de mediación. De esta manera se legitiman actuaciones que pueden ser polémicas amparándose en las opciones que se ha dado para la solución pacífica o menos agresiva del conflicto. El cierre de un establecimiento, por ejemplo, ha tenido ésta experiencia.
• En otros conflictos en los cuales hemos intervenido han estado presentes las diferencias entre un servicio cualquiera y sus destinatarios, lo cual empieza a propiciar un campo de relaciones muy estrecho con el defensor de la ciudadanía. Por otro lado, también se empieza a abonar un campo de coordinaciones distintas entre servicios polivalentes y especializados.

Estas situaciones son reales, y no todas han sido expuestas. Unas han tenido éxito, otras, al menos, han proporcionado la posibilidad de presentar alternativas creativas a las disputas.

La educación social va ampliando su discurso práctico y competitivo.


¿Cómo podemos compatibilizar y alternar esta manera de actuar con las actuales metodologías?

Las relaciones de convivencia son cosa de los municipios; es bueno, además que la Administración pública ofrezca un abanico de respuestas variadas que se genera en su marco. Los servicios personales, los departamentos de mobiliario urbano y vía pública, protección ciudadana, participación ciudadana, defensores de la ciudadanía, enseñanza, cultura, juventud, mujer, deportes, personal... Las concejalías de distrito u otras instancias delegadas, las asociaciones de vecinos, entidades culturales, sociales, finalmente, los juzgados... Todas estas instancias y otras pueden ofrecer y lo hacen, de hecho, espacios conciliadores. Pero os invitamos a la reflexión siguiente:

¿Se está formando en los ámbitos conciliadores más allá de la buena voluntad de las personas? ¿Se está dando la suficiente credibilidad a estas prácticas innovadoras?.

La propuesta sigue el modelo formativo de la investigación-acción-participativa (IAP). Aprender mientras se practica, aprender en común, tanto los receptores como los emisores. Ser consciente de esta remodelación formativa supone recuperar muchos componentes de los proyectos sociales que han dejado de ser atractivos (el sociocultural, el sociocomunitario...). La divulgación de un proyecto forma parte imprescindible de éste:
a. Crear un estado de opinión alrededor de una acción va más allá de un puro trámite; seleccionar los grupos que a la vez difundirán, en una especie de complicidad, la actividad, es una estrategia necesaria.

b. Formar estos grupos sociales y ciudadanos es una labor fácilmente exigible a los que trabajamos desde perspectivas colectivistas o societarias.

c. Informar a los compañeros, promover equipos de trabajo, supervisiones de casos, explicar los procesos en otras áreas para crear derivación o mejorarla.

d. Animar a otros servicios a implementar espacios conciliadores, probarlos.

e. Acceder a la sociedad civil con propaganda específica, favoreciendo debates únicos o incluyéndolos en otros menús.

f. Planteando jornadas informativas y formativas, contando con los medios de comunicación.

g. Finalmente, haciendo mediaciones, tener la oportunidad de realizarlas.
La propuesta del proyecto de mediaciones en el municipio no puede ser otra que una experiencia piloto, la experimentación, la formación y la difusión de las formas de trabajar y de sus resultados. No nos hace falta recurrir a simulaciones para aprender a convivir. Fórmulas prácticas pueden ser la aplicación de técnicas en los lugares de trabajo, la facilitación de mediaciones utilizando la co-mediación como herramienta de investigación-acción, la derivación a servicios técnicos que ya las realizan, la creación de equipos de trabajo alternativos a los reciclajes tradicionales.

Las hipótesis se basan en la formalización de un servicio para que aquellos que se han mostrado sensibles al discurso puedan orientar a las personas, que las mismas personas puedan acceder de forma fácil (la accesibilidad es uno de los criterios de acción incuestionables en los servicios públicos)... Las formas de intervención hay que adaptarlas a las condiciones de cada uno; a nosotros nos ha ido bien trabajar por parejas, en co-mediación, con un rol facilitador y uno mediador, más experimentado y sin vinculaciones en el territorio (esto a veces no tiene que ser un dogma). El análisis de casos permite adquirir confianza a partir de la revisión del propio caso; todos plantean hipótesis y se discute cual es la más adecuada.

Un servicio de mediación genera por sí solo reflexión, difusión, resultados, intervención directa e indirecta. Permite, al menos a la ciudadanía, otros servicios y entidades, la identificación de la oferta. Estructuras rígidas y compartimentadas no permiten este u otro tipo de proyectos y así, las nuevas orientaciones llegan de fuera o solamente serán conocidas por unos pocos.

También suele ocurrir que el desconocimiento crea una actitud negativa.

Un indicador de viabilidad de un proyecto tiene que contar con la ambición, no ingenua, de sus objetivos, con la amplitud de la audiencia, con la posibilidad de tener una gran complicidad. No entraremos en otras funciones y requisitos de un proyecto porque este no es el objeto del trabajo, descubrir otros daría paso a nuevas dinámicas: convenios, normativas colegiadas, participación...

Para terminar, y pensando en los destinatarios de nuestra intervención, la mediación tiene un efecto autorregulador de nuestras aportaciones técnicas: enseñar y que se aprenda a escuchar, a entender otros razonamientos, otras formas de ver las cosas, no herir ni molestar, objetivos, estos, educativos, que no necesitan distinguir entre poblaciones y situaciones específicas. Son funciones normalizadoras que pueden encontrar un buen campo de prueba en los conflictos cotidianos dando la voz a quién no siempre la puede utilizar.

Realizar mediaciones significa realizar un ejercicio de defensa y a la vez de promoción de las personas: abandonar estados marginales y dar carta de ciudadanía a quién, a veces (minorías y minoridades) no la puede obtener.

Artículo 2: LA MEDIACIÓN COMUNITARIA: EL ROL DE LOS AGENTES SOCIALES

LA MEDIACIÓN COMUNITARIA: EL ROL DE LOS AGENTES SOCIALES

(Jordi Gasull. Insertor laboral. Secretario de la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Catalunya (CONFAVC))

La condición de animal sociable que, desde Aristóteles, el hombre luce y desarrolla comporta un despliegue referencial de hábitos y normas de conducta grupal con la intención que la conflictividad de intereses entre sus miembros y grupos de la comunidad no se convierta en un factor de destrucción de la propia estructura grupal o social. El mayor o menor grado de obertura y permisividad de estas sociedades, la mayor o menor relevancia del individuo con relación al grupo, constituyen las referencias de base del ordenamiento social y generan el conjunto de valores, los cimientos etiológicos, sobre los que se sostiene la vida social, individual y colectiva.

Es evidente que, sea cual sea el modelo, la intervención de los grupos comunitarios se produce inevitablemente en diferentes planos de actuación: la generación y la transmisión de la norma y de los valores, el control y la contención de las situaciones de conflicto, y finalmente en la solución directa o delegada del mismo conflicto. En nuestras sociedades, que nosotros consideramos avanzadas, donde las opciones individuales casi siempre son competitivas respeto a los demás, son permanentemente exaltadas como valor de prestigio social por el poder mediático de la publicidad, la función de control, contención y la prevención del conflicto delegada siempre a los sistemas públicos de justicia y seguridad. El aumento de la inseguridad ciudadana por la proliferación de conflictos y delitos han disparado las alarmas de la opinión pública, fenómeno que ha justificado el crecimiento de empresas privadas de seguridad. La presencia de estos factores de disuasión, de coerción, y de posible represión es con frecuencia la única referencia de comportamiento para un amplio número de individuos que luchan por una subsistencia cotidiana con el convencimiento que todo vale.

La sociabilidad de las personas, en estas sociedades de exaltación individualista y consumista, pasa con más frecuencia por las leyes y dinámicas de grupos de afinidades electivas, autorreguladas, que no por el núcleo familiar, como célula básica de convivencia. Las posibilidades que se generen situaciones de tantos grupos tantas leyes, son ilimitadas, como son ilimitadas las posibilidades de situaciones de conflicto de intereses y normas.

La delegación de funciones a las estructuras públicas, o la aceptación ciudadana de la existencia de cuerpos privados de seguridad, responde cada vez más a la impotencia de los individuos y de los colectivos familiares para prevenir, regular o resolver positivamente los comportamientos sociales de los otros individuos o grupos. La cantidad de adrenalina que hemos de ingerir cada día para innumerables cuestiones de conflictos urbanos generados por los ruidos de los vehículos, de las músicas, de los hábitos nocturnos de ocio, por el uso inadecuado de los espacios públicos, por la ubicación de actividades molestas. Etc. Conflictos que se presentan irresolubles para la ciudadanía en tanto que suelen prevalecer los intereses económicos no siempre justificables para el bien común. La cantidad de adrenalina, decimos, que nos vemos obligados a digerir podría explicar los estallidos de violencia masiva airada, sobre el primer chivo expiatorio que se presenta, a veces sin una razón de peso. La demagogia interesada encuentra campos abonados en estas situaciones.

Nuestro sistema de relaciones sociales y laborales, basado en la especialización, está generando diferentes figuras de profesionales a quien delegar, privadamente o públicamente, el encargo social de resolver los conflictos y sus causas: los maestros, los psicólogos, los psiquiatras, los guardias de bario, los educadores sociales, los animadores sociales, los insertores sociales, los mediadores de diferentes especialidades, los asistentes sociales, y como ultima novedad acabada de importar de América del Norte, la figura del asesor o consultor. Da igual: la escalada del numero de conflictos es proporcional a la proliferación y aumentos de nuevos profesionales. Negar la utilidad y la necesidad de estos nuevos profesionales seria tan retrogrado como la comparación de nuestras sociedades con los vales idealizados de las sociedades primitivas. La sociedad humana avanza y se culturaliza en progresión constante. Eso es muy cierto. Pero, igualmente, estos progresos no pueden ser la excusa o la trágala para tener que admitir la conflictividad urbana y social como cuestiones ineluctables sobre las cuales ya trabajan las autoridades, los poderes públicos y los profesionales especializados. No deja de ser conformismo y conservadurismo pensar que ya vivimos en el mejor de los mundos posibles.

La intervención de la comunidad, a través de las formas asociativas de autoorganizacion, puede resultar altamente eficaz en cualquiera de los tres niveles de actuación. Al afirmar esta utilidad no se piensa tanto en la complementariedad y subsidiaridad de los agentes sociales en relación con las actuaciones y programas de los poderes públicos. Negar la utilidad y la necesidad de estos nuevos profesionales sería tan retrógrado como la comparación de nuestras sociedades con los valores idealizados de las sociedades primitivas. La sociedad humana avanza y se culturaliza en progresión constante. Creo que hay que ser valientes en este tipo de apuestas, aunque las experiencias vividas hasta ahora no lo avalarían del todo. Seguramente, la participación ciudadana, la intervención comunitaria en la resolución de los propios conflictos, y esta constatación nos podría llevar a justificar posiciones conservadoras. La contradicción parece inherente a la condición humana de animal sociable y culturizados. Por esta razón las sociedades humanas no pueden renunciar al cambio constante, a la “revolución permanente”.

La escalada de las situaciones de conflicto y de delito, aunque la dedicación de más recursos a la seguridad y de más profesionales en la prevención, evidencia la necesidad del rol específico de los agentes sociales en la mediación comunitaria. El rol de las formas de organización social en las sociedades más cerradas o muy reguladas en cuanto a la permisividad y a la coacción ha sido suficientemente estudiado por la antropología social. Por el hecho de que afirmemos que nuestras sociedades son abiertas y valoramos predominantemente la libertad individual y la permisividad de costumbres, no por eso hemos de dejar de considerar que las organizaciones comunitarias, vecinales, separadamente de los poderes públicos, no subsidiariamente sino en todo caso en paralelo, puede y deben de tener un rol equivalente. Las dificultades posiblemente no aparecen tanto en el hecho de la afirmación de la apuesta como en el hecho de encontrar las vías para ponerlo en práctica.

Las experiencias vividas en nuestro país, durante los poco más de veinte años de ayuntamientos democráticos, donde se han desplegado una amplia política social y de participación ciudadana, como mínimo por lo que se refiere a los planteamientos y a la puesta en marcha de los servicios, quizá no tan amplia en lo que se refiere a las dotaciones presupuestarias y a la coordinación de los diferentes recursos, habrían de servir de base para la renovación de las apuestas y las propuestas. Recuerdo como en los años setenta la reconversión de la psiquiatría clásica por los nuevos profesionales, partidarios de suprimir los muros de los manicomios, tenía un punto de apoyo en los Centros de Higiene Mental situados en las asociaciones de vecinos. Esta opción no se explicaba solo por la falta de ayuntamientos democráticos, sino también porque en aquellos años la autoorganización comunitaria era un valor añadido. Los resultados del trabajo realizado en el marco vecinal entonces y los resultados del mismo trabajo o similar dentro de un marco institucional después, no son cualitativamente los mismos. No eran ni mejores ni peores, sino diferentes. En este caso las diferencias de resultado estarían no tanto en las tareas de atención como en los programas comunitarios de prevención. Quizá el ejemplo y la distancia temporal no sirvan mucho en nuestro caso. Creo que resulta ilustrativo que las dificultades a superar por la implementación de nuevos programas, sobretodo si se compara con otros programas sociales que se han introducido ya desde la institución pública. Las otras experiencias que estarían en la memoria de muchos son casos puntuales de situaciones extremas vividas en los barrios que han sido conflictivos por el fenómeno de la droga. En todos los casos ha sido imprescindible la intervención de las personas y de las entidades con suficiente autoridad moral para establecer y hacer cumplir las pautas de comportamiento sociable.

En la dirección contraria al valor de estas experiencias, hay que situar los casos en que la asociación vecinal la que se ha puesto frente al conflicto. Las dos situaciones creo que son las dos caras del mismo fenómeno.

El rol de los agentes sociales, especialmente de las asociaciones de vecinos como las más próximas a la población, es con frecuencia determinante en la solución de conflictos. La pregunta resulta inevitable: ¿por qué no tener a la comunidad permanentemente activa en la prevención de situaciones y en la resolución de problemas en el momento que estos apuntan, sin esperar a que sean más graves? La respuesta seguramente no la tiene nadie: ni los profesionales, que son los que podrían dar la respuesta, ni los vecinos que podrían ser los primeros interesados en ponerlo en practica, ni las administraciones, que no suelen avanzarse nunca a la población. La necesidad nos dará la oportunidad.

Artículo 1: LA MEDIACIÓN EN LA ACCIÓN SOCIAL

LA MEDIACIÓN EN LA ACCIÓN SOCIAL
(Santi Marsal. Experto en prevención social)

Cuando se habla de mediación actualmente se nos ofrece un panorama que podríamos calificar poco menos que de desolador. A diestro y siniestro se habla de mediación con el mayor desparpajo. ¿Alguien imagina que se usara con la misma ligereza el concepto pintura referido indistintamente a pintar escaleras o cuadros?. Pero no es el famoso desconocimiento o falta de "cultura de la mediación" lo que obstruye los progresos. A mi entender, son otras las causas. Veamos algunas.

En primer lugar me gustaría señalar la importancia de tener una visión del papel del conflicto en sus justos términos, puesto que en realidad los conflictos no son ni buenos ni malos, sino fructíferos compañeros de camino. Son los conflictos los que generan nuevas situaciones y relaciones humanas. Una actitud reflexiva y coherente sobre el conflicto permite visualizar una diferencia fundamental con aquellos que quieren eliminarlo a toda costa y para los cuales se trata de un mal a extirpar. En esta línea de pensamiento se inscriben aquellos que identifican la mediación como una técnica más de resolución de conflictos.

Entre los principales impulsores de esta visión reduccionista de la mediación, quiero señalar algunas profesiones que viven del conflicto: abogados, policías, militares... Para todos ellos el conflicto es el enemigo a batir y exterminar. De paso, puede devenir en una buena fuente de ingresos o bien medallas.

Otra de los mitos que es preciso revisar, es el referente a una supuesta "gran bolsa" de conflictos sociales escondidos. Esta teoría se esgrime comunmente para concluir que hace falta sacar a la luz los conflictos con el fin de gestionarlos, resolverlos, etc. Es como si un nuevo mercado por descubrir se abriera ante nuestros ojos. Consecuentemente, los colegios de abogados, psicólogos, trabajadores sociales... se aprestan a reservarse una parte del pastel, ofreciendo cursos rápidos y pidiendo reconocimiento legal.

De esta manera se presentan diversas cábalas sobre la cantidad de horas de "master" necesarias para tener el título de mediador, cuales serán las asignaturas y quién las impartirá, qué organismo dará títulos oficiales, etc. Otra línea de trabajo con vistas al monopolio, consiste en reclamar legislaciones que hagan de la mediación una profesión reglada y exigible en la mayor parte posible de intervenciones sociales: las relacionadas con el derecho contencioso y penal y en los casos de divorcio, por ejemplo. Incluso se aplauden las legislaciones que pretenden imponer la mediación, hacerla obligatoria. En Argentina una ley de este tipo, que obliga a la mediación como paso previo a ver las causas penales, acaba de ser revocada por el tribunal constitucional. El fallo considera una invasión de competencias de la administración en la justicia. Claro que solo se pretendía favorecer los colegios de abogados, que son los que habían pedido con insistencia tal norma. La mediación pre-judicial la debían desarrollar, como no, abogados. Se trataba de una "nueva profesión" en desarrollo que requería conocimientos de leyes. Veremos como continua esta feria de intereses en que se está convirtiendo la mediación en Argentina. Se trata, de momento, de hacer un favor a las gentes y, como es bienintencionado -y lucrativo-, pues: ¿ Para qué pensar más?.

En realidad se trata de un debate muy poco serio. Ni existe tamaño pastel ni la mediación consiste en un conjunto de técnicas que, una vez aprendidas, capacitan para encontrar soluciones allí donde no existían. Otras materias se reclaman también competentes en este ámbito: la conciliación, el arbitraje, las técnicas de negociación, la justicia de paz... Si la mediación se confunde con estas materias de carácter binario, (Basadas en el esquema "yo te doy, tu me das") orientadas claramente a la resolución de conflictos y sin los cuales no pueden subsistir: ¿Dónde reside la especificidad de la mediación, esa "cosa nueva" capaz de convocar congresos?.

Digámoslo claramente: la mediación es la actividad, la acción de un "tercero", que realiza un trabajo de tipo "ternario" para que personas que han aceptado libremente la presencia del mediador, alcancen una nueva relación. Esta relación nueva, que comporta una comunicación y una visión distinta del otro, puede servir para prevenir futuros conflictos o bien para crear nuevas relaciones que fructificarán o no, por si mismas. También puede servir para que ellos mismos, por si mismos, encuentren una salida a un conflicto, o no. En todo caso, su nueva relación, su dotación comunicacional, permanecerá independientemente del conflicto, dispuesta para afrontar otros retos de la vida o generando mayor cohesión social.

A diferencia del terapeuta (Puesto que alguien puede pensar en paralelismos), el mediador debe respetar (Y fomentar) en todo momento la libertad de las partes, no en coaccionarlas sutilmente en vistas al supuesto beneficio de alcanzar un acuerdo. Así como la justicia debe permanecer con los ojos vendados, la mediación debe tener las manos atadas, sin usar en modo alguno los aspectos personales que, sin duda, aparecen en las reuniones de mediación. Por lo tanto, al mediador no le está permitido manipular la situación ni siquiera en el caso de un supuesto beneficio para las partes, cosa que no se corresponde con la acción terapéutica, destinada, esta si, a una función binaria: curar. Estos matices son muy importantes y difíciles de entender en un primer "golpe de vista", aquel que nos lleva a pretender que ya somos mediadores por el hecho de querer ayudar a aquellos que están en un mal paso, a resolver sus conflictos. Esto es así porque nuestras prácticas habituales son de carácter binario, orientadas a ofrecer un servicio al otro. La mediación requiere una manera distinta de ver y actuar, el trabajo del tercero catalizador, el cual, pacientemente, va tejiendo nuevos lazos entre las personas. Siento no poder extenderme, en este artículo, con ejemplos creativos sobre este enfoque.

Es urgente cambiar de "chip" y comenzar a entender la mediación como lo que es: un arte. Un arte difícil de afinar, apasionante. La mediación tiene sus técnicas, pero en ningún caso se reduce a ellas. De la misma manera que todos saben escribir pero muy pocos son escritores, las técnicas no determinan el arte de la mediación. Sintiéndolo mucho, creo que los cursos que solo ofrecen técnicas, están abocados al fracaso. La negociación, materia de la que proceden dichas técnicas, es mucho más clara en sus objetivos y en el modo de operar: en la negociación hay negocio, y se trata de buscar la ayuda de un experto capaz de analizar las distintas posibilidades para la mayor satisfacción del cliente. Muchos abogados son grandes especialistas en estos lances.

En cuanto a la "bolsa de conflictos" enunciada más arriba, hace falta percibir unos cuantos hechos para ver su parte de falsedad.

En primer lugar la gente tiene derecho a conservar y persistir en sus propios conflictos. Tiene derecho a digerirlos lentamente y a crecer con ellos, a mantener su personalidad y su libertad sin tener que renunciar a sus conflictos. También tiene derecho a pedir ayuda cuando algún conflicto altera gravemente su existencia. Y esto independientemente de la gravedad objetiva del conflicto…

Es obvio que los conflictos graves tienen sus canales de expresión y tratamiento, normalmente, por la vía profesional (La justicia, el arbitraje, la diplomacia…).

No obstante, los conflictos de carácter débil o poco importantes pueden afectar grandemente a las personas. Pero esta es otra canción. En estos casos se requiere sensibilidad y empatía por el otro. Aquí serán necesarios mediadores solidarios, ciudadanos independientes, dispuestos a poner su arte al servicio de la gente que se encuentra en un mal paso, con sus relaciones deterioradas, acompañándoles en el diseño de un nuevo camino, nuevos lazos que van a relajar los malos entendidos y a estimular una comunicación, independientemente del conflicto y de su resolución. Muchos mediadores expertos saben que cuando las partes se reconocen mútuamente desde una posición fuerte en sus propias convicciones, el conflicto pasa a un segundo plano y la empatía personal abre nuevos caminos. No quiero dejar en el tintero otra cuestión crucial: a menudo se presentan las ideas que aquí se defienden mezcladas con las procedentes de la resolución de conflictos, como en un continuo, de tal manera que -dicen- se pueden crear lazos humanos y resolver conflictos a la vez. Siento dudar profundamente de esta posibilidad. En efecto, el modo de operar del mediador que busca la creación del lazo y la comunicación entre las partes y el modo de operar de aquel mediador que persigue el acuerdo, es radicalmente distinto; tanto, que al mediador del primer tipo le está vetado aportar soluciones, aunque perciba claramente que podrían suponer un gran avance y una solución. Las razones de tamaña resignación y supuesto egoísmo se adquieren a lo largo de años de paciente formación y práctica. Ambos objetivos son incompatibles en mediación. Como consecuencia, la manera de formar a un mediador y al otro son muy distintas. Sus técnicas también, aunque puedan compartir procesos. No obstante, no olvidemos que la mediación no se reduce a sus técnicas en ningún caso.

¿Es el trabajador social el que debe establecer una oficina de conflictos abierta al vecindario?.

Aquellos que defendemos las ideas expuestas hasta aquí nos inclinamos claramente por decir no. Hemos establecido ya algunas razones, pero lo más importante es entender que un sistema de resolución de conflictos no reglado, sin la firmeza de la cosa juzgada, dispuesto para resolver disputas, solo puede degenerar en una gran confusión y una mayor conflictividad, puesto que la gente suele salir de un conflicto para comenzar otro. Y finalmente, aquello que empezamos con el señuelo de devolver a los protagonistas la resolución de sus problemas (Una de las máximas de la mediación) se convierte en un ir y venir de vecinos en busca de la solución de aquel señor o señora tan amables que son asistentes sociales, educadores o simplemente, funcionarios. ¿Y quién se encarga de que se cumpla lo pactado? ¿Quién se hará cargo de los posibles destrozos del proceso mediador cuando, finalmente, el tema llegue al juez? ¿Pretende acaso la administración substituir su incapacidad para hacer cumplir las normas por mediaciones? Se podrían enumerar muchas otras preguntas pertinentes. De momento, lo dejaremos aquí.

¿Debemos descartar por tanto la mediación en el trabajo social? En absoluto. Personalmente me inclino por un buen periodo de formación entre aquellos profesionales dispuestos a seguir un nuevo camino. Este requerirá de la asunción de la posición "ternaria" en una fase media del proceso. En este tipo de formación pausada y reflexiva, que empieza por asumir un concepto dialéctico del conflicto, mucha gente se queda en el camino. Estos profesionales seguirán haciendo un estupendo trabajo de ayuda a los demás y "no pasa nada".

Pero si se logran traspasar las barreras de la manera binaria de hacer las cosas, se puede establecer una nueva visión para el profesional. Algo que le permita ver más allá, imaginar todo tipo de mediaciones en la comunidad y entre las personas en las que desarrolla su trabajo. Así se puede permitir traspasar las fronteras de su trabajo cotidiano (Que seguirá ejerciendo) con otra dimensión, la del tercero catalizador, que envuelve una dinámica que permite el desarrollo personal de una nueva relación entre las personas y sabe retirarse a tiempo cuando ya no es importante su presencia, sin pedir nada, rechazando la publicidad de sus supuestas dotes.

De esta manera puede generar espacios de reposo. Espacios terceros donde la gente pueda tomarse un respiro sabiendo que no se la va a juzgar y que podrá, en todo momento, diseñar los pasos siguientes con respeto a su libertad. Muchos padres y madres necesitan esto para sentirse fuertes en su papel educativo, muchos enseñantes agobiados necesitan de estas prácticas. ¿Cómo crearlo? Estudiando y practicando la mediación, actuando en determinada dirección. Para ello será preciso no andar a remolque de los intereses de la institución, de manera que se pueda disponer de un buen margen de independencia para generar nuevas sinergias sociales. ¿Cuántas instituciones están dispuestas a permitir a sus funcionarios que en el asunto de la mediación deben aportar medios correctos en lugar de resultados? ¿Cuánto trabajo queda por hacer en esta dirección para que los inmigrantes devengan ciudadanos, participen en los consejos escolares, formen parte de un nuevo tejido asociativo de carácter pluricultural? Muchos sabemos que este camino no depende solamente de la voluntad de los inmigrantes, que se requiere mucha mediación activa para que la comunicación y el discurso entre los residentes habituales y los recientes devengan en nuevos constructos sociales, fructíferas maneras de vivir en comunidad. Y de esta manera hemos llegado al punto más interesante para la mediación desde el trabajo social: la prevención. Crear nuevos lazos sociales es la mejor prevención de los conflictos, aunque algunas profesiones que quieren regular la mediación estén interesadas, simplemente, en resolver conflictos y vivir de ello.

Mapa Conceptual Mediacion Social